Por qué evitar que nos afecten las polémicas absurdas y las discusiones interminables nos hace mucho más afortunados
Llevo varios días reflexionando mucho sobre la felicidad, sobre el fomentar lo inspirador y no dejarnos llevar por lo oscuro, las discusiones interminables o la jauría cuya moralidad todo lo sabe y arrollan en las redes sociales. Y, oh sorpresa, me va mucho mejor desde que decidí actuar así.
No creáis que voy a hacer una especie de apología de Mr. Wonderful ni que pienso que el mundo es una maravilla y que no hay problemas y que todo es fantasía e ilusión. No. Pero llega un punto en el que lamentarse por todo y convertir cada suspiro en una discusión, un problema o una polémica me resulta agotador y aporta más bien poco.
Es por ello que uno de mis objetivos últimamente es el de alejarme de todo tipo de polémicas de las que tanto gustan en redes como Twitter, donde todo parece una controversia constante. Mirad por ejemplo, sin ir más lejos, al pianista James Rhodes. James es uno de los twitteros que más me gusta seguir. Es divertido, irónico, inteligente y transmite de forma contagiosa la felicidad que por fin ha logrado gracias a su vida en Madrid.
Some Spanish insults. There are so many that I could easily post one of these every day for a year… The last one is a particular favourite… pic.twitter.com/3Ifn7Eb5rp
— James Rhodes (@JRhodesPianist) July 11, 2018
¿Dije contagiosa? Pues no. Cada vez que Rhodes dice algo positivo sobre España, hace algún chiste con una nueva palabra que ha aprendido o agradece a este país todo lo que ha hecho por ayudarle a superar los baches de su vida, un puñado de tuiteros salta a su yugular y le ataca sin necesidad alguna. Solo porque él es feliz. Y porque quizá nos recuerda que no todo es tan horroroso a nuestro alrededor.
Nos centramos mucho en lo negativo, en las cloacas de lo más profundo de nuestra condición. Quizás es por eso que me marcó tanto la exposición The Happy Show del diseñador Stefan Sagmeister, en la que profundizaba en el significado de la felicidad y compartía cómo superó una depresión a través de la creatividad. Es mucho más constructivo perder nuestro tiempo en compartir las cosas buenas que nos unen, crear y desarrollar nuestro instinto, que dedicarnos a destruir y odiar todo de forma sistemática, así como ofendernos cada vez que alguien usa un pronombre equivocado, una palabra inadecuada, un piropo a su ciudad.
En el monólogo Nanette, del que ya os hable ayer, la cómica Hannah Gadsby también hacía mención a lo agotador de los debates públicos. Básicamente afirmaba que “hablamos de los temas delicados” de una forma “tóxica, inmadura y destructiva. Creemos que es más importante tener razón que apelar a la humanidad de las personas con las que no estamos de acuerdo”. Todo para concluir que “la ignorancia siempre estará con nosotros porque nunca lo sabremos todo”.
Me sentí tremendamente identificado con sus palabras porque es esa exactamente la sensación que tengo cuando me encuentro con la nueva polémica nuestra de cada día. Me resulta agotador. Espeluznante. Voraz. Por eso hace ya mucho tiempo que decidí desconectar de lo negativo. Que no me afecten las opiniones que antes lo harían. Que en temas delicados es preferible no tener que discutir con quienes muestran desconocimiento, pero no tienen ningún pudor en subirse a su púlpito de la razón universal.
Yo prefiero ser positivo en Internet. Se puede estar al día, se puede estar informado e incluso indignado con según qué sucesos. Pero, una vez tenemos los datos, podemos dejarnos disfrutar de las cosas buenas que también aparecen de vez en cuando en la red. Un hilo de Twitter de los que conmueven, o divierten. Ver los nuevos trabajos de tus diseñadores favoritos. Los posts con imágenes sorprendentes e impactante de lugares de todo el mundo. ¿No es eso mejor que el barullo por la polémica de hoy?
Yo me quedo con la fascinación de James Rhodes por Madrid y las torrijas y la merienda; de los memes divertidos que, por suerte, de momento podemos seguir compartiendo sin que la Unión Europea nos censure; de la inspiración que llega de la forma más inesperada en forma de imagen, de canción, de tráiler de una nueva película que ni sabías que existía. Eso es vivir. Y si hay que elegir entre polemizar y ser feliz, yo tengo clara mi elección.
Foto principal: Nicolas Ladino Silva – Unsplash