en Escenarios

Ayer fue un día de reencuentros. Tuve la gran suerte, de forma sorpresiva, de que mi amigo José Manuel me invitara a ver el ensayo general de la ópera Lucia di Lammermoor en el Teatro Real y de repente pude reencontrarme con el coliseo madrileño que tantos buenos momentos me dio en el pasado. Lo reconozco, la destitución y el posterior fallecimiento de Gerard Mortier, que además coincidieron en el tiempo con que dejé de ser joven (es decir, adiós descuentos del 90%), me hicieron alejarme del teatro a la vez que Matabosch intentaba reconvertir la programación audaz del director belga en una especie de greatest hits sin muchos riesgos.

Y he aquí que vuelvo cuatro años después a ver una ópera y resultó ser toda una experiencia. Sobre todo por la soberbia interpretación de una Lisette Oropesa que provocó la euforia del público en numerosas ocasiones, especialmente en esa mítica escena de la locura en la que resolvió de una forma prácticamente sobrenatural una partitura que, desde mi escaso conocimiento del género lírico, no parecía precisamente fácil. También estuvo especialmente fantástico el Edgardo de Javier Camarena, que de nuevo provocó varias interrupciones en aplausos por parte del público.

He de reconocer que la fascinación que me produjeron ambas interpretaciones, unidas a una puesta en escena deliciosa con aires de historia victoriana de fantasmas, me dejaron con ganas de más por lo que comencé a investigar la temporada 18/19 y, oh sorpresa, me encontré con varios nombres estimulantes y una programación que parecía equilibrar los años de riesgo y modernidad de Mortier con los años más conservadores y clásicos de Matabosch en la que han querido considerar la temporada más ambiciosa desde la reapertura del teatro. Así que al final me he hecho con un espléndido Abono Joven Plus (que todavía no soy TAN mayor) y podré disfrutar de cuatro óperas durante la próxima temporada. En concreto, un Faust dirigido por Àlex Ollé de La fura dels Baus, una prometedora Turandot dirigida por, ojo, el fascinante Robert Wilson, que de seguro se alejará de la habitual imagen recargada de los montajes de la ópera de Puccini y promete ofrecer un espectáculo mucho más sugerente y minimalista. Completan el abono un Idomeneo de Mozart y para cerrar Il Trovatore de Verdi.

Quién sabe cuántas óperas veré en la próxima temporada. Aún tengo ecos en la memoria de las maravillosas producciones de Lady Macbeth de Mtsenk, Elektra, Life and Death of Marina AbramovićIolanta, Rise and Fall of the City of Mahagonny o mi primera vez, junto a Javi y Víctor, con El holandés errante. Esos y otros tantos buenos momentos vividos en un teatro al que tenía abandonado, pero al que nunca es tarde volver para celebrar, por ejemplo, que ya no va a ser fusionado con el Teatro de la Zarzuela. El mundo se mueve muy rápido y yo intento pisar el freno, sin olvidar que al final todo no era más que un producto de la más pura imaginación.

Foto: Javier del Real (Teatro Real)

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