Circo y psicología se unen en un espectáculo colosal al ritmo de The Avalanches
Desde que he visto el espectáculo PSY, de Les 7 doigts de la main, escucho voces que me dicen que nada va a ser lo mismo en mi vida, tengo un insomnio incipiente, no puedo dejar de recordar imágenes del espectáculo de forma compulsiva, siento que necesito volver a verlo para superar el síndrome de abstinencia, y los pensamientos cotidianos han sido sustituidos por un mástil chino, trapecios, la rueda alemana y malabares que vuelan a mi alrededor.
Esquizofrenia.
El cerebro humano es un rincón inquietante, inhóspito, lleno de ocultos secretos y misterios de los que aún no conocemos ni la mitad. Es frágil, y nuestra estabilidad emocional muchas veces pende de un hilo tan delicado como el aire que separa un triple salto del suelo.
Insomnio.
Me es imposible dormir. Aún resuenan en mi cerebro melodías, veo perfectamente en mi cerebro las coreografías. Los pasos de baile. Las acrobacias y saltos mortales forman fotogramas arrugados pero etéreos. Me da la sensación de estar aún en el Teatro Circo Price, en Madrid, donde esta joven compañía canadiense presenta su flamante y complejo espectáculo PSY.
Maníaco-depresivo.
Les 7 doigts de la main (Los siete dedos de la mano) hacen circo. Ése al que ahora le añaden el adjetivo contemporáneo para que no vayan a verlo únicamente los padres con hijos y los futuros saltimbanquis. Pero Les 7 doigts con PSY y sus anteriores espectáculos (Loft, Traces y La Vie) van más allá. Ofrecen una visión contemporánea de aspectos de la vida cotidiana fusionando los clásicos números circenses con pinceladas de danza, teatro y acrobacia, y trasladando todo ello a un entorno mucho más íntimo y cercano en lugar de a los tradicionales entornos de fantasía. Este cóctel que manejan, lejos de ser un batiburrillo donde la historia es una excusa absurda para unir piezas circenses, da un resultado sólido, audaz, de una coherencia sublime y que funciona.
Paranoia.
PSY es un viaje a nuestra mente. A la condición humana. A esos lugares comunes en los que cualquiera de nosotros, cualquier ser con un cerebro conectado a un sistema nervioso, puede penetrar, pero también una profunda reflexión sobre la propia naturaleza de las personas. Sobre el contacto y las relaciones, o el contar con los demás para superar los miedos que nos consumen.
Personalidad múltiple.
Subirse a un trapecio para superar una agorafobia, dejarse llevar por la ciudad con la compañía de un trastorno obsesivo-compulsivo, el viaje de un amnésico a lo más profundo de su memoria, una explosiva intermitente que lucha para sacar su interior, un hipocondriaco que se intenta encontrar entre seres sin identidad, la realidad que se vuelve onírica para una persona con trastorno del sueño. Once personas. Once vidas con once trastornos que no son más que un reflejo en el que observarnos. Un toque de atención que oculta un mensaje.
Hipocondriaco.
Y es que PSY ofrece, más allá de un espectáculo impecable en lo técnico, lo actoral y lo circense, una reflexión sobre nuestra relación con los demás a través de números tan espectaculares como minimalistas. Un misterioso y sugerente contrapunto entre las neuras de la psique humana y la belleza interior.
Explosiva intermitente.
Aunque a continuación pueda parecer sensiblero y mi uso de las palabras algo remilgado, creo que si algo transmite este espectáculo, es precisamente las ganas de compartir, de vencer el miedo a uno mismo y a los demás, y salir a la calle con la mayor de las sonrisas, y darle a nuestros compañeros de viaje en esto que llamamos vida un motivo más para seguir sonriendo, a pesar de los pesares.
Amnesia.
Sí. Desde que he visto el espectáculo PSY de… Un momento… Esto ya lo dije.
Trastorno Obsesivo compulsivo.
Normalmente cuando recomiendo algo, lo hago de una manera bastante tranquila. Simple: “Me ha gustado el espectáculo X, deberías ir”. Pero con el espectáculo de Les 7 doigts de la main es diferente. Con PSY he tenido la poderosa necesidad de alquilar un coche, añadirle un megáfono, y salir a la calle gritando a los cuatro vientos que este espectáculo es una maravilla. De obligar a cualquier persona con algo de sensibilidad artística que vaya corriendo a verlo antes del día 18, que se van de Madrid para recorrer medio mundo. No puedo limitarme a recomendar este espectáculo. Debo obligar a cualquiera que tenga la posibilidad a que lo disfrute.
Adicción.
Si vas a verles después de leer esta reseña, no sólo creo que me lo agradecerás, sino que vibrarás con la música tan bien escogida y te sorprenderás marcando el ritmo de las canciones. Temblarás al ver a los acróbatas en acción y te emocionarán las historias de los diferentes personajes. No podrás evitar el reír sin parar en algunos instantes. De hecho, cuando no estés riendo, seguramente sigas teniendo la boca abierta ante el desfile de originalidad que pasará ante tus ojos durante dos horas. Cuando todo termine, llegarás incluso a excitarte, aplaudirás como nunca, y no podrás evitar ponerte en pie. Cuando mires a tu alrededor, todo el teatro te estará emulando.
Agorafobia.
Lo sé. Esto puede asustarte, y llegar a parecerte algo arriesgado e incluso provocar que segregues una mayor cantidad de serotonina pero, si consigues superar tus miedos y tomar asiento, podrás disfrutar de uno de los mejores espectáculos de circo contemporáneo que he visto jamás. Si no te gusta, no me culpes. Seguramente todo lo vivido no fue más que el fruto de mi incipiente imaginación.
Publicado originalmente en la revista Koult.