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La artista se confirma como estrella en su presentación de El mal querer en Madrid

Hay momentos en los que uno se acerca a un concierto con unas expectativas estratosféricas, lo que puede acabar muy bien, pero también, parafraseando a Rosalía, malamente. El espectáculo que ayer ofreció la artista catalana en el festival Cultura Inquieta de Getafe, el mismo que arrolló el Sonar barcelonés hace unas semanas, la confirma como una estrella indiscutible, quizás la mayor que tenemos en la actualidad.

Ya con Los ángeles, su primer trabajo, en el que se acercaba a las diferentes formas de la muerte a través del flamenco más tradicional, dejaba claro que lo suyo no era una moda pasajera para millenials. Sus hipnóticos conciertos junto a Raül Fernández, Refree, demostraban las tablas y las capacidades interpretativas de esta joven de un pueblo del Baix Llobregat.

Después llegaron esa canción y ese videoclip. Malamente presentaba la verdadera piel de la artista, en la que el flamenco se combina con los sonidos más electrónicos y urbanos a través de capas entrecruzadas con juegos de voces, palmas y ecos hipnóticos que se pegan a la piel y que se puede escuchar en bucle sin que llegue a cansar.

Y así llegamos al espectáculo en el que se acerca a El mal querer, su próximo y esperadísimo trabajo, que aún no ha llegado y ya promete convertirse en uno de los grandes discos de los últimos años. Y mientras nos tiene en ascuas con la salida del álbum, Rosalía tiene la valentía de subirse al escenario a desvelar sus canciones sin que nadie las conozca, jugando con sus ocho bailarinas, bailando y desgranando coreografías como la diva del pop que realmente es. Y todo sin que se merme en ningún momento el resultado, ni la eufórica respuesta del público.

Dejémoslo claro, su nuevo espectáculo es apabullante. Estratosférico. Inolvidable. Genial. Desde el primer instante en el que sale a escena ya nos queda claro que lo que vamos a ver no es habitual. Ella entremezcla sus referentes con facilidad y se pasea por el escenario con tanta soltura como presencia escénica, realzada por un fabuloso vestuario cortesía de otro millenial, el diseñador Palomo Spain.

A esos flecos vaporosos que se mueven al ritmo del compás y el taconeo, se suman las palmas, cajones y voces de Los Mellis, la voz de dos coristas y, en el centro, El Guincho, coproductor del proyecto, lanzando las bases electrónicas y los pregrabados sobre los que se construye su nuevo repertorio. A ratos bailable, con otros momentos en los que se pone etérea y mística, a veces poligonera y todo el tiempo ella, estrella total e indiscutible, quizás lo mejor que le ha pasado a la música nacional en un buen puñado de años.

El repertorio está construido, cómo no, alrededor de su hit Malamente, que ya suma más de 10 millones de reproducciones en YouTube, y que ayer ofreció por partida doble: al arrancar el concierto (con algún problema técnico) y como cierre por todo lo alto para confirmar que ha nacido una nueva diva. Solo espero que, en efecto y como decía al comienzo del concierto, «el querer te va a llegar finalmente, sea buena o malamente». Tras lo visto ayer, será lo primero.

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