Me reencuentro con Rufus Wainwright a la vez que vuelvo a mis orígenes y confirmo mi nuevo estado mental
Miro a través de la ventana y veo el pasado, los recuerdos, la nostalgia. El conglomerado de casas de colores que trepan por la montaña bajo el azul intenso de un cielo veraniego me devuelve la mirada de tantas historias de la infancia. De tantos días y noches en esta misma habitación desde la que estos días vuelvo a ser yo mismo. Mi nuevo yo reencontrándose con el antiguo.
Como si de una conspiración cósmica se tratara, este regreso a mi tierra natal se baña en la nueva música de Rufus Wainwright, el artista cuyo último disco totalmente satisfactorio probablemente había sido el Want Two que descubrí unos meses antes de marcharme de aquí, en el año 2006. El artista que cambió, literalmente, mi vida.
Ahora, mi regreso suena bañado de sus capas vocales, los arreglos grandilocuentes y las letras elaboradas en este nuevo Unfollow The Rules que suena como un abrazo largamente esperado. Como el reencuentro familiar. Como volver a ver a amigos que siempre están aunque pueda no parecerlo. Esa amistad que es la real. La que el tiempo por más empeño que ponga no consigue disolver.
Pero aunque regreso al hogar y la vista desde la ventana parece prácticamente idéntica a la de hace quince, veinte, treinta años, nada es lo mismo en realidad. Los muebles de la habitación han cambiado. Yo he cambiado. El mundo entero ha cambiado y parece abrazar ese estado latente que flota entre lo apocalíptico y la normalidad que perdimos en una primavera que se disolvió entre las paredes del confinamiento.
Y a pesar de todo vuelven los abrazos y los gestos. A pesar de mis intentos y la voluntad de mantenerme a distancia, a nadie parece importarle que el Apocalipsis siga su curso y solo quieren volver a abrazar a su hijo, a su hermano, a su amigo. Sin importar que venga desde donde, como decía ayer una señora cuya tienda parecía un bunker, la península «con la que está cayendo».
Y a pesar de la que está cayendo y de las reglas cada vez más estrictamente incomprensibles que hacen proliferar los rostros que se cubren hasta que parecemos el hombre invisible, como si estuviéramos programados para ello, intentamos que la realidad no modifique lo que siempre hemos sido. Lo que siempre hemos conocido. Las realidades que se acumulan unas encima de otras como esas casitas en la montaña que sigo viendo a través de la ventana.
Releo entonces viejos textos, me reencuentro con pensamientos previos al reinicio y compruebo con sorpresa que tal vez todo era tan solo esa intuición que precede al desastre. Y la hecatombe que se recupera a pasos chiquititos mientras el sudor renueva las capas de lo telúrico para volver a iluminar un futuro cada vez menos certero. Esa caída en picado de la que luego poder resurgir tras refrescar las ideas.
Escucho la voz de Rufus cantando una y otra vez «Only the people that love may fly» y todo mi interior suspira y se siente agradecido. Tal vez la purga personal que comenzó hace ya casi un año no era sino el preámbulo de lo que merecía de verdad. De una vida en la que poder reencontrarme con la persona que soy. Tal vez ahora, y solo ahora, comprendo cuál es la verdadera respuesta a la pregunta que respondí en tantas entrevistas de trabajo fallidas.
Intento escribir sobre el futuro y entonces una enorme avispa se cuela por la ventana de este cuarto piso. Un gigantesco y terrorífico insecto que me recuerda lo importante y lo preciso antes de volver a salir como escapa la melancolía cuando la certeza se hace latencia. Como intento desterrar de una vez por todas esa tristeza que empuja algunas mañanas para hacer retroceder el bienestar.
Rufus canta con ritmo narcótico un nuevo corte de su disco, la persiana cerrada me impide ahora ver la montaña de casas, pero también me protege de la picadura de lo incierto mientras intento cerrar mis reflexiones. Revuelvo las ideas y confirmo el cierre de lo que me preocupaba con un grito que se amplifica bajo las capas y más capas sonoras. Encajar las dudas, el miedo y el pasado en la luminosidad del verano. Reiniciar. Volver.