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Regresar tras la melancolía. Volver tras la falta de sueño. Inspirarse en la ausencia.

Existen días en los que no sabes por qué todo parece sumido en la más profunda de las melancolías. La humedad decide permanecer en la latencia de la córnea a la espera de un despiste para escapar, con la misma tensión de la incertidumbre convertida en rutina.

Existen momentos que parecen confabularse para construir una sensación de profunda irrealidad en las situaciones que nos preocupan y angustian. Un desgarro ilógico que se cierne sobre lo que apenas unos días atrás parecía esperanza y hoy vuelve a ennegrecer bajo nubarrones tan fríos como oscuros.

A veces parece que nunca vas a alcanzar el ojo del huracán. Que por más intención y ganas que pongas, todo se convierte en la misma desidia que desmotivaría incluso a la persona más proactiva. Pero hay días en que no queda más remedio que sumergirse en esa zozobra y dejarse mecer por la tristeza sin ningún otro tipo de razonamiento. Sin que tenga sentido. Sin que tenga lógica.

Cuando empecé a escribir este blog sabía que llegaría el momento en el que no tendría tiempo, o ganas, o inspiración para actualizarlo, y me prometí a mí mismo que intentaría no convertirlo en un blog donde cada artículo publicado se centrara en afirmar que he vuelto al blog antes de volver a dejarlo abandonado.

Llevo días de insomnio. Quizás semanas. O meses. Cuando el insomnio se estabiliza cuesta llevar la noción del tiempo. A mí me parece literalmente que la semana pasada fue aquel 9 de marzo en el que estábamos paseando por unas calles de Madrid extrañamente vacías, justo después del anuncio del cierre de centros educativos en toda la comunidad. Recuerdo mi sorpresa y mi ironía sobre la llegada del Apocalipsis mientras me sorprendía la tranquilidad de calles como la Gran Vía. Mi obsesión con esa palabra por una vez no se había quedado corta.

El Apocalipsis llegó. Y nos encerramos. Y entonces el tiempo dejó de ser real o lineal o concreto, hasta sumirme en la desorientación más absoluta. Desconocía qué día era, qué mes. El insomnio cada vez más intenso y la sensación de irrealidad cada vez mayor. Pero si algo bueno tiene el insomnio es que el cerebro no para de pensar en todo tipo de cosas que poco o nada tienen que ver con el dormir. Entre otras, llevo muchas noches en vela con ganas de recuperar este espacio. Este blog que desde un principio supe que no lograría llevar de forma estable, pero que lleva en pausa demasiado tiempo.

El problema es que la sensación con el blog es la misma con tantos proyectos. Tres semanas antes del confinamiento presenté mi primer libro, Pop, y realmente sentía que ese era el verdadero momento para empezar a mover un proyecto que tantos años de trabajo, tantas horas de composición y tanto tiempo de ensayo me había llevado. Pero fue visto y no visto. En marzo todo se fue a pique y los eventos que había preparado se esfumaron de un día para otro. Adiós a la celebración del día del libro. Adiós a los festivales. Adiós a todo.

Y es en medio de ese insomnio, de esos instantes de pensar y pensar, cuando he decidido regresar. Volver a escribir en este espacio. Defender los trabajos que durante tanto tiempo he preparado e intentar dejar de lado el pudor. Espero lograrlo…

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