en Conciertos

Paseando por la estación tranquila

Crónica del concierto de The Swell Season + Josh Ritter, Sala Heineken, 28/02/2010

Hay artistas que tienen canciones perfectas, que parecen tocadas por algún tipo de magia especial. Glen Hansard y Markéta Irglová ya tenían esa enorme facilidad antes de hacerse mundialmente reconocidos con el Oscar a la Mejor Canción Original en 2008 y dos premios Grammy por las canciones de la película Once. Sus canciones eran redondas antes de los premios y el reconocimiento y en su tercer trabajo, Strict Joy, presentado ayer en Madrid, demuestran que lo siguen siendo.

La expectación para la primera visita del conjunto a Madrid era enorme. Las colas comenzaron mucho antes de la apertura de puertas y, a pesar de llevar semanas agotadas, en el último momento se hizo el esfuerzo de intentar ampliar el aforo. Un público bastante ecléctico e internacional. Accedo a la sala, y ya está en el escenario Josh Ritter. “Pero que chico tan adorable”, pienso al verle ahí con su guitarra, su camisa de cuadros que parece sacada de alguna cafetería de carretera de Idaho (donde nació), una amplia sonrisa y un excelente punto de partida para un concierto de The Swell Season. Además, por él supimos que se trataba, no sólo del último concierto de la gira, sino que también era el cumpleaños de Markéta Irglová, así que invitó a la banda y la propia Markéta a cantar su última canción, una versión de Colorado Girl de Townes van Zandt. Tan a gusto estaba Josh que llego a pedir que encendieran la bola de la discoteca con un simpático “por favor”. Si me lo hubiera pedido a mí se la hubiera encendido, pobrecillo.

Pero no hubo bola de espejos y Josh se fue con una gigantesca ovación para dar paso a los inevitables ajustes de escenario, mientras por un momento me desplacé mentalmente a Londres, donde vi a The Swell Season por primera vez, en un entorno un tanto diferente. No se hacen de rogar y, mientras escucho a mi alrededor a gente un tanto absurda afirmar que uno de los técnicos es Glen Hansard, se apagan las luces, el verdadero Glen surge de entre las sombras con su guitarra agujereada y comienza a cantar, sin micros ni cables, Say it to me now para dejarnos claro que lo que viene ahora es diferente. Su voz transmite fuerza y energía, pero también melancolía y una desgarradora tristeza. Tras la maravillosa introducción, entra Markéta (esta vez con una camiseta de Josh Ritter) para cantar junto a Glen en acústico All the way down, antes de dar la bienvenida al resto de los músicos.

Ambos saben perfectamente manejar un concierto y pasan con inteligencia de canciones más recatadas y minimalistas a temas en los que la intensidad crece hasta niveles estratosféricos. Continuaron con la preciosa This Low, que según Glen habla de esa necesidad que siente a veces de quedarse en casa “viendo la televisión y encargando comida india” y que a mí, como casi todas las canciones de The Swell Season, me consigue sacar por unos instantes de la Sala Heineken y trasladarme a una dimensión desconocida.

Vuelvo a la Tierra y escucho a Glen explicar que, una vez, en Australia, escaparon de su propio concierto en cuanto pudieron para ver a Leonard Cohen y que lo que más les conmovió era ese señor que tocaba con él y que era español. No hablaba de otro que de Javier Mas, que entró a tocar con ellos la canción que le dedican en el disco, Feeling the pull, y la preciosa In these arms, sólo apta para los románticos reconocidos. Siguieron con Low rising, que sonó más americana que nunca con el espíritu de Cohen flotando sobre la Heineken. Con The Moon, aprovechando que la luna estaba llena (“o si no lo está hoy, será mañana”), se pusieron intimistas antes de uno de los momentazos, en los que Markéta tomó el protagonismo. Le cantaron cumpleaños feliz en inglés y enseñó uno de sus regalos: unas castañuelas. Pidió que alguien subiera a tocarlas, y una espontánea no se lo pensó dos veces. Así interpretaron una versión bastante peculiar de la demoledora If you want me. El momento de Markéta, ya sin castañuelas, continuó con Fantasy man, una canción en la que destacaron unos coros delicadísimos.

Siguió Glen, a guitarra y voz, cantando Leave, que sigue produciendo ese cosquilleo en la nuca y que sale de su garganta a voz en grito de manera apesadumbrada y estremecedora. A estas alturas, y con el público entregadísimo, volvieron Javier Mas y la espontánea de las castañuelas para cantar Back Broke, una preciosa balada taciturna y, elevando el espíritu, una potente versión de Van Morrison a la que seguiría Paper cup, con la que entramos enun pequeño paréntesis en el que el setlist parecía perder intensidad. Con Josh Ritter de nuevo en escena interpretaron I have loved you wrong antes de dar paso a una pieza de violín de Colm Mac Con Iomaire, el violinista que les acompaña en las giras. Quizá por el bajón generalizado de los últimos minutos, al volver toda la banda Glen quiso cantar una canción que compuso después de que le dijeran sus sobrinos que sólo hacía canciones tristes. Así hubo un paréntesis con Banana Man, una especie de reggae divertidísimo que dio paso a la parte más potente del repertorio, con las excelentes The Rain y When your mind’s made up, con las que la sala se vino literalmente abajo.

Por supuesto, hubo bises. La inevitable Falling Slowly, que sigue siendo la única canción que muchos conocen de la banda, enlazada con Lies, una extraordinaria canción que interrumpió la entrada de una tarta para Markéta, que la recibió muy emocionada. El concierto se cerró con una nueva intervención de Josh Ritter para terminar, visiblemente emocionados (“you’re fuckin’ cojonudos”, decía Glen), con la apoteósica High Horses.

Con las melodías resonando en el cerebro, y sin dejar de tararear, me aliso los pelos de la nuca y confirmo, como ya sospechaba, que The Swell Season siguen siendo enormes, ya sea en una de sus grabaciones o en su excelente directo.

Publicado originalmente en la revista Koult.

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