en Escenarios

Tras regresar al Teatro Real con entusiasmo, una temporada floja me hace desistir

Hace algo así como un año, cuando empecé con entusiasmo este blog, os hablé de mi reencuentro con la ópera después de asistir a un ensayo general de Lucia di Lamermoor. Tal fue mi entusiasmo que terminé comprándome un abono para cuatro óperas aprovechando que aún soy lo que se denomina Joven Plus, algo así como un joven a punto de dejar de serlo para siempre.

Y he aquí que ayer vi la última de esas cuatro óperas, nada menos que Il Trovatore de Verdi, uno de esos greatest hits de la música lírica, motivo por el que las entradas estaban agotadísimas y por el que había hasta tres repartos diferentes para que todo el mundo pueda pasar por caja y sanear las maltrechas cuentas del Teatro Real de Madrid. De hecho, ahora al entrar en el teatro las pantallas led antes dedicadas en exclusiva a mostrar los subtítulos nos reciben con una enorme publicidad de Endesa como flamante patrocinador del coso madrileño.

Pero volviendo al que debía haber sido mi triunfal reencuentro con la ópera, con los cuatro títulos de mi abono, debo decir que lo que ha conseguido es que termine totalmente desmotivado y decepcionado hasta el punto de no tener ninguna intención de regresar en la próxima temporada. Algo ha sucedido desde que encadené varios abonos y óperas de último minuto en la era del añorado (por mí, que sé que tiene muchos detractores) Mortier. Y es que no he conseguido que ninguno de los cuatro montajes me llegara como aquellos tiempos en los que salía fascinado del Real.

No soy para nada un experto en ópera, pero he percibido una cierta tendencia en las producciones al minimalismo exagerado que hacía muy confuso seguir los argumentos. Está claro que siempre los directores intentan darle un cierto halo de contemporaneidad a los montajes, pero lo que sucedió con obras como Turandot, con una puesta en escena reducida a la mínima expresión, o Il Trovatore, presentada en un decorado de lo más frío e insulso, más que contribuir a la historia, lo que consiguen es expulsarte a ratos del espectáculo y que termines pensando en cualquier cosa menos en la tragedia de Leonora y Azucena.

El tener un abono que incluye siempre los segundos repartos contribuye a esta sensación extraña de decepción. Desde mi desconocimiento sobre lo que hace a un buen cantante más allá de comparar las grandes voces de las grabaciones con lo que sucede en el teatro, sí he tenido la sensación de que varios de los intérpretes quedaban un poco por debajo del nivel que se esperaría de un teatro tan importante.

Y mi última crítica viene a cuento de algo que no es nuevo, pero quizás con lo concienciados que estamos al respecto en los últimos años, choca aún más y es lo machista que es la ópera clásica. En Il Trovatore todo el grueso dramático se centra en una mujer que prefiere la muerte a no estar con su amado. Y se centra en decirlo una otra vez en el texto. Quizás los directores de escena que tanto gustan de innovar y cambiar detalles podrían intentar suavizar estos mensajes tan tóxicos que igual eran la norma hace 200 años, pero ahora quedan totalmente anacrónicos y descontextualizados. Sería muy interesante buscar una relectura de estos clásicos desde un nuevo punto de vista que, sin modificar el texto, intentara ofrecer en escena algo de innovación.

Algo así sucedió con la versión de Carmen de Leo Muscato que generó gran controversia en su estreno en Florencia pero cuyo final feminista, donde es Carmen la que termina asesinando a Don José, supone una forma de darle visibilidad a un problema que quizás se debería tratar más a menudo en textos donde las mujeres siempre terminan asesinadas, en el suicidio por amor, en la condena eterna por la infidelidad y un largo etcétera.

No soy yo de esas personas fanáticas de lo políticamente correcto, pero agradecería un poquito de conciencia en estos montajes donde muchas veces vemos como las sopranos terminan golpeadas, arrastradas por el suelo y sufriendo todo tipo de vejaciones. Que una cosa es ser fieles al texto y otra representar la violencia anacrónica de una forma tan explícita en escena.

Y como decía, este cúmulo de cosas ha contribuido finalmente a que de momento me baje del carro del Teatro Real. Volví a abonarme con toda la ilusión y las cuatro obras que vi fueron una decepción tras otra, lo que me hace pensar que definitivamente el proyecto de Matabosch se aleja completamente de mi visión de la ópera.

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

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